Aportar el carisma propio...
Palabras del Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de la Habana, en la Misa de Clausura del XX Encuentro
Arquidiocesano. (1999).

Debemos siempre llevar a la vida parroquial, a la vida de nuestras comunidades, ese espíritu de oración que los ha animado a ustedes todo el día de hoy.
La parroquia es el centro de nuestra vida, la parroquia que reúne a toda la familia, a los padres, a los hijos, a los ni ños, a los ancianos; es la gran familia de la Iglesia, en este lugar, que se congrega en un sitio, que se muestra cada domingo especialmente ante los ojos de todos los que nos rodean. Es evidente que debemos amarnos mucho en nuestras parroquias, para que todos viendo cómo nos amamos, crean que de verdad somos discípulos del Señor.
Se ha dicho que la parroquia, debe ser una comunidad de comunidades, -hoy hay tantas comunidades-, quizás algunos de ustedes asista a una comunidad de oración, en alguna casa, o en un barrio, o pertenezcan a una de esas comunidades. En La Habana hay más de trescientas, son 350 casas de oración, en las cuales se reúnen nuestros hermanos, oran, intercambian, y muchas veces se constituye allí una nueva comunidad cristiana. Los animo a participar en el crecimiento de las casas de oración, con su presencia en ellas, en llevar a ellas el espíritu de oración, en ser animadores y misioneros en esas casas de oración.
La parroquia es comunidad de comunidades y de movimientos. El Movimiento de la Renovación en el Espíritu dentro de la parroquia, va formando en ella, dentro de ella, todo ese espíritu de oración que ha hecho que el Papa Juan Pablo II, haya añadido un punto más a la definición de la parroquia: Comunidad de comunidades y de Movimientos y Escuela de Oración. Qué responsabilidad tan grande para ustedes en el Movimiento Carismático; integrarse a la parroquia como comunidad de comunidades y de movimientos, de manera muy consciente, y ser allí siempre el fermento para que haya un aprendizaje en la oración.
Realmente si nuestras parroquias no fueran escuelas de oración, algo faltaría en ellas. Y el Papa nos recordó que así como la familia tenía que ser escuela de oración, la parroquia debe ser escuela de oración. Participen así ustedes, con ese espíritu en la vida parroquial, 1